Cinco horas con 10 minutos duró, en el recinto del Congreso del Estado, lo que con anticipación se anunció como primer informe de gobierno del Dr. Rubén Rocha Moya.
Cinco largas y tediosas horas en un ejercicio que, por lo mismo, abortó y obstruyó cualquier intento de comunicación elemental con la sociedad. Fue una especie de interacción acrítica de parte de los los diputados, antítesis de la dinámica social que hoy vivimos en materia de comunicación y exigencias de los gobernados a su autoridad.
Lo que vimos ayer en el Congreso del Estado fue una especie de formato infuncional, reiterativo e innecesario, donde el tiempo y la voluntad de los invitados al acto, y hasta del propio gobernador, fueron secuestrados por una imperdonable manera de pedir cuentas.
Bastaba el tiempo indispensable para que, si ese era el propósito, la gente permaneciera en el interés del contenido. El Comandante Fidel Castro se hubiese muerto de envidia de haber visto algo que en su momento más brillante él solo podía hacer. 4 horas y media hablando sin parar en la Asamblea de la ONU y 7 horas de pie hablando ante la Asmablea Nacional Cubana. Récord de un tiempo donde la comunicación dictatorial formaba parte del pensum ideológico.
Hoy, en pleno siglo XXl y cuando la velocidad del entendimiento, la reflexión y la libertad personal para escuchar es otra, desde el Congreso del Estado nos recetan una verdadera pieza de como caminar en círculo sin límite de tiempo, una lección de como atropellarse con las palabras sin evitar caer en el rollo y la demagogia.
Lástima porque el gobernador Rubén Rocha pudo haber informado y comunicado puntualmente su obra de gobierno, con resultados positivos en términos de audiencia y cumpliendo además con la formalidad y obligación constitucional de rendir cuentas.
La verdad, no había necesidad de compartir la ocurrencia de un formato que solo sirvió para demostrar que la dignidad de los consensos entre fuerzas políticas, a la hora del frente a frente, se convierten en la oportunidad personal de quedar bien con halagos y flores. De los diputados de MORENA se puediera entender, pero algunos “opositores” la pena ajena era lo mejor que transmitían.
Pobres invitados. Con la pena pero algunos de ellos tuvieron que retirarse y otros apechugar la descortesía legislativa. Ya al final los espacios vacíos era lo más notable. Si eso ocurrió en el recinto, que no ocurriría en el comportamiento de la gente, motivo y objeto central, se supone, del evento.
Eso sí, en el discurso, la llamada austeridad republicana, que muy pocos ven, los legisladores la trajeron de un lado a otro. Pero, igualmente, hay que reconocer que con su tesón para alcanzar las 5 horas con 10 minutos, los señores diputados vencieron con mucha facilidad cualquier intento de paciencia Franciscana con la que alguien pudo haberse armado para ver o escuchar el evento.
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