El conflicto diplomático entre los gobiernos de México y Ecuador le ha dado la vuelta al mundo. En el “asalto” a la embajada mexicana en el país ecuatoriano para detener al exvicepresidente JORGE GLAS, imperó más la fuerza que el diálogo, el derecho o la razón.
México es un país que busca vivir en paz y con respeto internacional, su población tiene una visión clara y articulada de los grandes problemas que se han acumulado en todos los órdenes, desde los que afectan a la idea misma hasta los que obstaculizan el desarrollo de la democracia; los que sostienen y reproducen los más bochornosos grados de desigualdad social hasta los que han bloqueado las energías productivas de la nación, y que muchas veces se mantienen trabadas en mitos equívocos e inercias basadas en populismos. Gestiones gubernamentales que nos hacen ver cómo enanos políticos en otros regiones del mundo. La soberanía no sólo es la defensa de la integridad territorial, sino que también implica asegurar de manera efectiva y permanente la existencia del respeto al derecho ajeno, tal cómo reza el popular lema del ilustre mexicano Don BENITO JUÁREZ GARCÍA. También está como recordatorio LA DOCTRINA ESTRADA: “México no debe juzgar ni para bien ni para mal los gobiernos ni los cambios en gobiernos de otras naciones, porque esto implicaría una intromisión en su soberanía”. Sin embargo, tampoco fue válido usar la fuerza política para detener en la embajada mexicana a un prófugo de la justicia ecuatoriana.
En el mundo, y por consiguiente en México, debe generarse una nueva cultura política y de solidaridad social reforzada en valores del sistema político que nos gobierna con diplomáticos de carrera y no embajadores corrompidos por el poder.
El Presidencialismo constitucional debe revisarse a fondo, sin tomar en cuenta los intereses grupales o de las camarillas del poder, con la finalidad de generar los cambios necesarios que ayuden a fortalecer La Constitución Política de México y sus leyes, así como limitar facultades metaconstitucionales del Presidente de la república en turno y con ello evitar su vinculación directa con el partido en el poder. Es fundamental impedir que el presidente controle las promociones políticas de casi todo el país por la simbiosis partido-gobierno, donde los gobernadores son simples “mandaderos” de quién vive en Palacio Nacional.
Es tiempo de crear nuevos cuadros políticos y administrativos con las capacidades y aptitudes necesarias para el puesto que van a desempeñar, los funcionarios deben ser leales a la sociedad que paga su salario y no a los partidos políticos que los usan como moneda de cambio.