Durante muchos años este personaje fue catalogado como algo maligno o a de miedo sin embargo con el paso del tiempo esta se ha convertido en un símbolo de esperanza y resignación a lo que nos pasa una vez que nuestra vida termina.
Es una representación de manera tangible sobre la transición que ocurre entre la vida y el partir a un lugar desconocido. Tiene una representación básica, túnica de algún color oscuro que cubre desde la cabeza a los pies, su vista en hueso nos representa a nosotros como seres humanos una vez que nuestro ciclo ha terminado.
Es rezarle a un santo más, ponerle sus ofrendas, ya sea fruta, tequila, dulces y hasta cigarros, es encomendarse cuando se está desesperado o bien confiarle cada uno de nuestros días para llevarlos con bien.
A pesar de ser muy relacionada con la brujería esta es muy lejos de serla, durante la historia hemos visto diferentes manifestaciones culturales sobre esta, representada con diferentes nombres pero al final siendo la misma.
Lorenzo Luevanos, en su ensayo “El culto a la Santa Muerte nos dice”: “El culto a la muerte existe en México desde hace más de tres mil años. Los antiguos pobladores de lo que hoy es la República de México concebían a la muerte como algo necesario y que le ocurre a todos los seres en la naturaleza. Tenían por seguro que los ciclos en la naturaleza, como la noche y el día, la época de secas y la de lluvias, eran el equivalente a la vida y la muerte. Así comenzaron a representar a la vida y la muerte en figuras humanas descarnadas por la mitad.