Al pensar en el suelo generalmente lo hacemos considerándolo como una parte más del entorno, algo carente de vida y sin muchos cuidados que darle. Sin embargo, su importancia es tan enorme como él: ¡es la porción más visible del planeta Tierra!
El suelo se divide en seis capas denominadas horizontes, donde los primeros cuatro conforman el suelo y albergan la mayor cantidad de materia orgánica, actividad biológica y microbiana, y muchos minerales importantes, mientras que el quinto y el sexto conforman el subsuelo, compuestos principalmente por carbonatos, yeso y roca madre.
En el suelo viven numerosos organismos y crece la vegetación; de hecho, el 95% de nuestros alimentos provienen de aquí.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO por sus siglas en inglés, define la contaminación del suelo como la presencia en él de un químico o una sustancia fuera de sitio y/o presente en una concentración más alta de lo normal, y que tiene efectos adversos sobre cualquier organismo al que estén destinados. Se trata de un problema medioambiental grande y en aumento, y lo peor es que pasa desapercibido: cerca del 33% de todos los suelos están degradados y su estado se está deteriorando a un ritmo alarmante.
Las causas de esta contaminación son extensas, siendo las industrias minera, petrolera y agrícola las más involucradas; pero también lo son las fugas y derrames, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente asegura que el mayor número de emergencias ambientales son vía terrestres donde el suelo es el primer receptor de contaminantes, las instalaciones de servicio, como las gasolineras, talleres de reparación, terminales de autobuses, y los basureros a cielo abierto, el inexistente control de residuos en muchos vertederos ocasionan que muchos contaminantes se filtren en las capas del suelo a corto y mediano plazo.
Y sus consecuencias…, incalculables. Además de afectar la salud humana, la salubridad y la infraestructura, provoca la muerte de flora y fauna en la región de suelo contaminada, la alteración de los ciclos biogeoquímicos, la contaminación de los mantos acuáticos y la interrupción de procesos biológicos, así como la contaminación por partículas como los microplásticos y las microfibras.
México actualmente cuenta con la Ley General del Equilibro Ecológico y la Protección al Ambiente y los Objetivos de Desarrollo 2, 3, 12 y 15 que velan por la protección, prevención y control de los contaminantes del suelo, sin embargo, no podemos dejar todo en manos de la materia legislativa. Es fundamental fomentar el uso de fertilizantes de base biológica, reducir combustibles fósiles y pesticidas, aumentar la materia orgánica en los suelos, y algo que pareciera insignificante pero ayuda muchísimo, hacer composta.
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