En una época donde las actividades humanas repercuten, directa o indirectamente, en todos los aspectos globales -no por nada muchos científicos hablan acerca de la era Antropoceno para referirse a nuestros días-, encontrar algo que suceda sin intervención del ser humano es difícil. Inherentemente y a primera estancia, los fenómenos naturales suelen catalogarse como uno de ellos: independientes a la actividad humana y en respuesta a los cambios físicos de la Tierra.
Fenómenos astronómicos, ya sean eclipses y lluvias de estrellas, o fenómenos geológicos, como la actividad volcánica y los terremotos, son muy buen ejemplo de ellos. Sin embargo, otros tipos de fenómenos, especialmente los atmosféricos, hidrológicos o biológicos, actualmente están mostrando un aumento en su frecuencia e intensidad, aún cuando han ocurrido desde épocas prehispánicas.
¿La causa?: la crisis climática. Desde hace medio siglo, cuando empezó a discutirse la relación entre las actividades antropogénicas y el cambio climático global más acelerado jamás antes visto, la comunidad científica estudia los fenómenos extremos como consecuencia directa de la crisis climática y, sobre todo, la forma de hacerles frente. De hecho, muchas personas dentro de la discusión consideran que el término «desastres naturales» es incorrectamente utilizado debido a que el desastre como tal existe… porque hay personas afectadas.
Huracanes arrasadores, sequías, olas de calor, aumento del nivel del mar, nevadas catastróficas… en su reporte del 2012 el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático ya hablaba acerca de ellos y de una correcto gestión de riesgos y desastres con el fin de avanzar en el proceso de adaptación. Sobre todo, en regiones que por sus características geofísicas, económicas e incluso sociales, muestren mayor grado de vulnerabilidad a sufrir catástrofes causadas por estos fenómenos extremos.
Por ello, la prevención y reducción de desastres merece atención suficiente a nivel global pero, considerando que todos los impactos siempre son observables a escala local, tiene que ser prioridad en la gestión pública, incluyendo la participación de todos los sectores de la sociedad.
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